Apagón. Capítulo 2

Digamos, que por el estilo, la situación era muy incomoda, y lo digo porque me encontraba en la cajuela de un auto con rumbo desconocido y las manos atadas a la espalda con cinta. Los topes y las vueltas cerradas ya me tenían mareado, deseaba salir lo más pronto posible de ahí; de repente, el carro se freno y apagaron el motor, el silencio era abismal, no se sabía bien en donde andaba, pero estaba apunto de saberlo.

-Bien es momento de presentar. Decía la voz del hombre que hace poco me había gritado en mi apartamento, ahora se escuchaba más tranquila, y hacía eco. Esto me hizo pensar que nos encontrábamos bajo tierra en un estacionamiento.
Al abrir la cajuela, una luz cegadora hizo que cerrara los ojos impidiendo que viera con claridad el lugar en donde me encontraba.

-Señor este es el hombre. Dijo la primera voz.
- Muy bien, mucho gusto señor Alvarez,  al parecer ya tuvo el gusto de conocer al señor Marquez y a la señorita Gianakopoulos. Dijo un hombre de al rededor unos 60 años de traje Azul Marino en tono de sorna.
- Si... mucho gusto. respondí con dejo de molestia.
- Espero que su traslado haya sido agradable. El tono del hombre se empezó a hacer todavía más burlón.
- Nombre! no sabe! lo divertido y cómodo que es viajar en el maletero de un auto con las manos atadas a la espalda  con cinta, se lo recomiendo ampliamente. Mi sarcasmo le borro la sonrisa del rostro, al parecer no le gustaba que alguien le respondiera así.
-Bien. Respondió secamente. Sabe por que lo trajimos aquí ¿verdad?
-Fíjese usted, que yo siempre intento ponerme al corriente con mis impuestos, pero no sabía que hacienda tuviese agentes que realizaran ese tipo de actividades, y mire que...
- ¡Basta! Ya fue suficiente de sus sarcasmos, usted no esta en posición para...
-¡Ni usted! Porque si quiere lo que creo que esta buscando, le recomiendo que se este tranquilo.
- Vaya... ahora se trata de negociar, mira que interesante. Dijo sacando una pistola calibre 45 del interior de su saco. Creo que es usted quien debe permanecer tranquilo si es que no quiere sufrir las consecuencias. Termino apuntándome con el arma, el cañón me obligaba a hacer viscos.
- Bien adelante, dispare, pero sabemos perfectamente que yo soy su única pista, y muerto yo, tendrá que empezar de nuevo desde cero.
El anciano bajo la arma, su mirada había cambiado de retadora a molesta, y su color de piel, de gris cetrino como el de las velas de iglesia a medio consumir, paso a ser de un rojo colorado de el puro coraje.
-Esta bien, usted gana, pero cuando ya no lo necesitemos, ya le encontraremos otro uso. Su tono se había vuelto muy sombrío. - Como bien sabrá estamos buscando las "Tijeras de Atropos"  las cuales tienen la capacidad de controlar el fin de las personas, como lo relata la leyenda y quería que usted nos diera la ultima localización de estas "Tijeras".
Las Tijeras de Atropos, llegaron a mi de una formas que algunos tacharían de singular, pero única a la vez. Si uno las  llega a tener en la mano no son en especifico unas tijeras como las de un sastre, las famosas tijeras eran una simple cuchilla de no más de 12 cm curva con filo, como una pequeña guadaña de bolsillo. La guadañita, llego a mi poder una tarde en la que me encontraba en mi departamento viendo un partido de football americano, cuando Manuel un amigo que hace tiempo que no veía llego tempestivamente a aporrear mi puerta.
-Necesito que guardes esto, es de extrema urgencia, y no le digas a nadie que lo tienes. Me extendió en la mano lo que al parecer era un lápiz.
-¿Quieres que te guarde un lápiz? pregunte extrañado.
- No es un lápiz, mira. Y su pequeño lápiz comenzó a cambiar de forma hasta transformarse en una pequeña navaja de forma de guadaña de bolsillo. Tu decides que forma quieres que guarde para no causar sospechas.
Tome la guadaña y cambio de forma en tres ocasiones, hasta convertirse en un pequeño anillo de plata, y lo guarde en mi bolsillo.
-Yo vendré por las Tijeras de Atropos, si no soy yo, desaste de ellas, no pueden caer en malas manos, entendido. Me dijo muy serio y agitado.
- ¡Entendido capitán!
-Esto no es un juego Abraham, el que tu y yo sigamos con vida depende de esas Tijeras.
- Ok, ok tranquilo, conmigo nadie las va a encontrar.
Después de esto ya no supe nada más de el; nunca vino por las tijeras, nadie en realidad. Yo aun las mantenía a mi lado en forma de sortija.
- ¿Y bien señor Alvarez? ¿En donde están las tijeras?
-Pues como ya les había dicho a sus compinches... hace tiempo que no las tengo conmigo.
-Mientes. Su voz se oyó como el de una serpiente que jugaba con su alimento.
-¿Por qué tendría que mentirle? las tijeras ya no están en mi poder, hace aproximadamente 7 meses que vinieron a buscarlas y se las llevaron, y no de la forma más amable, asaltaron mi apartamento. Mencione esto ultimo para despistar.
- Bien, ¿recuerdas algo que te indique al asaltante?
-No muy bien, solo que se les ocurrió tachar todas mis fotografías con pintura roja . La verdad no me habían asaltado a mi, eso fue en la casa de un amigo, los dos teníamos como común a Manuel, pero en su casa además del desorden, pintaron todas sus fotografías de rojo.
- ¿Pudo quitar la pintura?
-Si... ¿por?
-Ya sabemos quien lo asalto, subanlo al auto.
- ¿¡Que!? no esperen...
-¡ Cállate! Dijo el hombre que respondía al nombre de el Sr. Marquez, soltándome otro golpe en la cabeza, y llevándome medio noqueado me introdujo ahora en el asiento trasero del auto.

Quien iba a pensar que una navaja iba a causar problemas.

Fin del capítulo 2

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